domingo, 1 de julio de 2012

¿Tiene sentido el celibato?


 


Un cristiano debería tener una gran estima por el celibato. Es la forma de vida que Dios asumió para sí en su encarnación (es decir, la vida que Él quiso vivir como hombre), y la que pidió a las personas que tuvo más cerca: la Virgen, San José, los Apóstoles. Es un dato bastante indicativo de su grandeza.

Para valorar el celibato, es necesario entender de qué se trata. Para esto hay que entender qué es el amor y el sentido de la sexualidad.

 Pbro. Eduardo Volpacchio


 ¿Qué es lo que vive quien decide ser célibe (ya desde el comienzo anticipo que es mucho más que un simple no casarse).

El célibe vive a Dios como una realidad que llena la vida, le da sentido, es capaz incluso de provocar esta renuncia que a algunos parece tan imposible.

Entenderlo

El celibato es un don, no una imposición de la Iglesia. Muchas veces me han preguntado –en ocasiones de forma casi patotera-: ¿por qué los sacerdotes no pueden casarse? Siempre respondo que a mí nadie me persigue con una pistola para impedir que me case. Recibí una vocación maravillosa para dedicar mi vida entera a Dios. Amo mi vocación, por eso no es que no pueda casarme, es que no quiero casarme.

Por otro lado, si bien es cierto que el celibato tiene como consecuencia práctica que quien lo asume no se case, no consiste esencialmente en no casarse, sino en dedicar la vida entera a Dios. El mero no casarse no es vivir el celibato (una persona puede no casarse por muchos motivos y vivir de muchas maneras).

En qué radica la esencia del celibato. Cuál es su razón de ser. ¿Por qué Dios llama a muchos al celibato y éstos lo asumen gustosamente? ¿Consiste sólo en negarles el matrimonio? ¿Es sólo una cuestión sacrificial? No.

Vocación al amor y su realización

La vocación del hombre al amor como don de sí, se realiza de forma total –por tanto, exclusiva y definitiva- en el matrimonio y en el celibato. No son opuestos: son las dos maneras de realizar la entrega total de sí en el amor. Dios llama a unos por un camino, y a otros por el otro.

El celibato es una entrega de amor a Dios: eso es mucho más que no casarse. Es una entrega positiva. Es la entrega total del corazón y la vida a Dios que realiza la vocación al amor.

Es una realidad gozosa, no tortuosa. Y no son infelices: la revista Forbes en noviembre 2011 publicó un estudio de la Universidad de Chicago sobre las profesiones más felices del mundo. Sorpresa: el sacerdocio es la primera de la lista.

No es mera soltería.

Puede resultar curiosa la crítica constante al celibato en un mundo en el que parece ponerse de moda no casarse.

¿Es muy difícil ser célibe? No es fácil, exige esfuerzo, como también lo exige el éxito y la fidelidad en el matrimonio. ¿Cuesta mucho? Depende del amor con que se viva.

El célibe no es un solterón –en el sentido despectivo del término-, sino una persona que vive una entrega de amor, dedicada a los demás.

Valorar

Un don de Dios para algunos, siempre serán una minoría, pero minoría no significa pocos: son muchos los llamados a vivir el celibato.

Sólo un amor puro es puro amor

Ante la falta de pureza que contemplamos en el ambiente, hay una actitud que no contribuye a mejorarlo: la queja. Dios nos pide una actitud positiva: empeñarse en levantar el nivel de pureza en uno mismo y en el propio ambiente. Supone mejorar desde el modo de vestir y de mirar –obviamente ambos-, de hablar, de pensar, de divertirse, de bromear, de lecturas y películas que se ven, de relacionarse, etc. Sin complejos, sin obsesiones. Con alegría, con naturalidad, con entusiasmo. Y enseñar el sentido del amor.
Hablar de celibato, hablar de matrimonio, hablar de pureza, es hablar de AMOR. De ese amor que llena la vida, le da sentido, y por eso mismo, constituye la realización personal.

Fuente: Revista Para Ti

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