Ser bloguero es una vocación que
conlleva un carisma especial. No es algo que se improvise o se mantenga a base
de buenos propósitos y expectativas personales. Cada blog es como un manantial
que necesita de un aporte de agua constante para no secarse.
Si pensamos que esta fuente puede
ser alimentada de egoísmos, soberbias y expectativas de popularidad, pronto nos
daremos cuenta que nuestro depósito de agua se termina en poco tiempo. No
sabremos qué escribir o qué compartir, porque nuestra vida no genera un caudal para
compartir con los demás.