Estas prácticas, nunca tan difundidas como hoy, más que ser una
realidad inocua, inocente o banal, son factor de división (al herir
sensibilidades), de falta de respeto al sentido común y de inconformidad
social.
El uso de los tatuajes es muy antiguo. Y estos forman parte de la
identidad, única y exclusiva, de ciertos pueblos aborígenes ancestrales
de la Polinesia y de Sudamérica. Pero hoy en día están relacionados con
varias realidades que no tienen nada que ver con el uso y significado
que le dan o daban aquellos pueblos:
1.- Los tatuajes tienen como trasfondo un espíritu exhibicionista y pueden reflejar, en la gran mayoría de los casos, un desajuste psicológico (éste es más evidente en aquellos casos extremos donde se abusa de su uso) y una inmadurez psicológica manifestada en un débil carácter que hace que la persona se guíe o actúe o se tatúe por impulsos.
¿Qué se quiere decir con esto? Pues que, con el paso del tiempo y a mayor edad, existen altísimos porcentajes de arrepentimiento,
de reconocimiento que el tatuaje puesto fue, de verdad, un error; y las
personas buscan revertir los efectos de una mala decisión tomada en
edades muy tempranas con los gastos, molestias y pérdidas de tiempo que
esto supone.
Muchos buscan un reconocimiento, encuentran en estas prácticas un escape a una baja autoestima; otros buscan ser el centro de la atención como expresión de vanidad.
2.- Los tatuajes encierran un sentido de rebeldía social contra los valores establecidos, aunque no siempre y de manera absoluta.
3.- Los tatuajes se vinculan, aunque no siempre, con la pertenencia a ciertos grupos con finalidades oscuras. Los tatuajes que presentan una mayor preocupación, y no sólo pastoralmente, son los que implican pertenencia a sectas satánicas, a falsas espiritualidades como la Nueva Era, al ocultismo, a pandillas de todo tipo, etc. Por lo general éstos tatuajes suelen incluir imágenes agresivas, grotescas e irreverentes.
Y ante Dios, la Iglesia y la fe, ¿cómo están las cosas?
Oficialmente la Iglesia no se ha pronunciado sobre este fenómeno, ni
creo que lo haga. No creo, por ejemplo, que el Papa redacte un carta
encíclica o una exhortación apostólica que toque, directa o
indirectamente, este tema.
Hay ciertas cosas que se dejan a la
discreción y sano criterio de los legítimos pastores (obispos y
sacerdotes) para darles el debido tratamiento.
Pero desde el sentido común se pueden decir muchas cosas; incluso, sin temor a equivocarnos, una orientación la podemos sacar de la Sagrada Escritura.
Aunque nosotros los cristianos de hoy no vivamos estrictamente bajo la
ley del Antiguo Testamento (Gálatas 3:23-25), debería hacernos pensar el
hecho que hubo una orden de Dios a los israelitas contra los tatuajes:
"No haréis incisiones en vuestra carne por los muertos; ni os tatuaréis tatuajes. Yo, Yahvéh" (Levítico 19:28).
La búsqueda de tatuajes y demás es una manera de acomodar nuestra vida al mundo; y ante esto el apóstol san Pablo es contundente; recordemos lo que dice:
“No
os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la
renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la
voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto” (Romanos 12,2).
Los cristianos estamos en el mundo pero no somos de él, o sea que no debemos imitar al mundo sino imitar a Cristo; el tatuaje no es pecado pero nos identifica con una cultura anticristiana y falta de valores.
Que sea siempre el Señor quien ilumine nuestra vida cristiana y no una moda, un objeto o la mentalidad del mundo.
Ahora bien, el
respeto cristiano por la persona humana nos debe llevar también al
respeto y cuidado del cuerpo, a la ponderación y al equilibrio mesurado.
“¿No
saben ustedes que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que Dios les
ha dado, y que el Espíritu Santo vive en ustedes? Ustedes no son sus
propios dueños, porque Dios los ha comprado. Por eso deben honrar a
Dios en el cuerpo ” (1 Cor. 6, 19-20); por tanto nuestro cuerpo es un regalo de Dios y nos corresponde amarlo, respetarlo, cuidarlo y no maltratarlo.
Estos artilugios (piercings) y/o marcas (tatuajes) no son elementos en ningún sentido propios de la cultura cristiana; rayan en la imprudencia, en la insensatez y en la indiscreta moderación en la presentación personal.
La maldad comienza cuando el llevarlos se convierte en una forma de expresar
rebeldía o agresividad, o cuando se convierten en símbolos de pertenencia a grupos que promueven contenidos inmorales.Entonces son inmorales no por el objeto en sí mismo, sino por el significado que se le da o se quiere transmitir. Por ejemplo, si el motivo por el cual te quieres tatuar la piel es buscar solamente complacer a tus deseos pecaminosos, para agradar al ojo humano o para agradarte a ti mismo entonces el tatuarse sí es pecado.
Entonces, en fin de cuentas, como se ha dicho más arriba, no es pecado tatuarse o ponerse aretes; objetivamente y en sentido estricto, estas prácticas, en sí mismas no son pecado.
Pero el hecho que los tatuajes no sean pecado no significa, en absoluto, que sean recomendables, aconsejables, positivos, loables, plausibles y convenientes. No son lo ideal ni prioritario en la vida del creyente. Que cada uno diga como dijo el apóstol san Pablo: "Todo me es permitido mas no todo me conviene" (1 Cor 10, 23-33).
Diez consideraciones
1.- Los tatuajes y/o piercings pueden ser originados por una situación de pecado y pueden generar pecado. Cada quien, con una conciencia bien formada, sabrá la realidad de sus cosas.
¿Una pauta?: “El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1849).
El pecado nos aleja del amor de Dios, del bien y de las virtudes; el pecado, al ser una ofensa a Dios, supone una ruptura con Él y, de consecuencia, con la salvación de manera grave o leve.
2.- No todo lo que es inmoral es pecado, pero todo pecado sí es inmoral. La línea que separa lo inmoral de lo que es pecado es muy, pero muy, fina o sutil.
Muchos de los tatuajes y piercings están relacionados con la inmoralidad ya sean por la imagen en sí misma ya sean por los lugares donde se colocan; lugares que son expuestos sin pudor a la vista de los demás, incluso con carácter narcisista. En todos los casos los tatuajes y piercings se pueden objetar porque producen daño al cuerpo y en ese sentido son inmorales
.
3.- El colgarse ciertas cosas o marcarse ciertos tatuajes, no es necesario en la vida. Estas prácticas no dan la felicidad ni realización personal. Es pérdida de tiempo, dinero, amigos y oportunidades. ¿Qué se gana? Riesgos, rechazo, incomodidad; en definitiva, nada que valga la pena.
4.- Quien lleva estas cosas encima se verá impedido a donar sangre u órganos por tiempo indefinido. Muchas veces donando sangre podemos salvar una vida, incluso la de un ser querido, pero al estar tatuados nos vemos imposibilitados para esto.
5.- Quien recurre a estas prácticas debe tener en cuenta que existe la posibilidad de contagiarse de enfermedades como el SIDA, la Hepatitis C y otras. También debe aceptar someterse a algún examen médico posterior para comprobar que no haya problemas médicos o para buscar solución a problemas derivados.
6.- Quien esté obstinado por estas prácticas tenga en cuenta que no debemos marcarnos con imágenes que ofendan a los demás ni con aquello que contradiga nuestra religión.
También se debe considerar que la imagen elegida compromete a quien la luce, por lo que hay que tener cuidado con tatuarse un símbolo religioso si la propia vida no da un testimonio de coherencia con éste.
7.- Quien piense tatuarse hará bien en pensar en el futuro y plantearse qué puede suceder cuando se haya madurado y se quiera emprender una vida distinta; quizá se lamente de llevar en el cuerpo una imagen que resulte totalmente ridícula o inconveniente cuando se sea mayor.
8.- Recordemos también que Dios no se fija en las apariencias, sólo se fija en el corazón, en el caso que el creyente esté tatuado.
9.- Los tatuajes son de mal gusto (aunque para algunos puedan ser considerados arte). ¿Tú rayarías tu automóvil o las puertas y paredes de tu casa? Yo creo que no, ni porque sea una moda. Tú mantendrás el automóvil como vino de fábrica; igual tú, mantente como fuiste creado.
10.- Quienes buscan un tatuaje o un piercing para "estar a la moda" no consideran la percepción negativa de terceros con consecuencias nefastas para quien los llevan; pues los tatuajes se asocian, con y sin fundamento, a situaciones anómalas. Así se da el caso de afectar social y laboralmente a estas personas.
Por ejemplo. se rechazan, por política general, a éstas personas, tatuadas o con perforaciones, en la selección de personal de las empresas por la mala impresión que exteriorizan y porque esto contraría la imagen institucional que la empresa busca tener y mantener.
Fuente: www.aleteia.org
el cristianismo no es una cultura sino una fe
ResponderEliminarno le veo nada malo al piercing ya que las mujeres usan aretes, soy cristiano pero por ese hecho no puede haber excepción, no puede haber términos medios de una si y la otra no
ResponderEliminar