viernes, 5 de junio de 2015

EL COMBATE ESPIRITUAL DEL CRISTIANO

Cuando hablamos del combate espiritual, muchos posiblemente tendrán en mente un libro publicado allá por 1589 cuyo autor es Lorenzo Scupoli (sacerdote y religioso italiano del siglo XVI); pero el artículo que presentamos a continuación no es un resumen o comentario de esa magistral obra de la ascética católica, más bien, tiene su punto de inicio en la homilía que Su Santidad, el Papa Francisco, pronunció el día 30 de octubre de 2014.


La vida es una eterna lucha. Desde que venimos a este mundo tenemos que ir superando obstáculos, desarrollando habilidades y potenciando cualidades, todo esto con la finalidad de conseguir el objetivo más preciado de la vida humana: La felicidad, o su sinónimo, la plenitud de vida. Como cristianos, debemos tener claro que nuestro objetivo no debe de pasar por una plenitud de vida sustentada en bienes materiales; más bien, la plenitud de vida del cristiano está en el amor – porque Dios es amor – y en sus dones espirituales (1), sin menospreciar las bendiciones materiales que Dios nos regala a diario.

Para todos aquellos cristianos que anhelamos alcanzar la plenitud en el amor cristiano y los dones espirituales de Dios, tenemos que luchar a diario contra diversos enemigos que impiden alcanzar estos objetivos; pero, ¿Quiénes son esos enemigos? En su homilía, Papa Francisco señala que la vida cristiana es un combate contra el demonio, el mundo y las pasiones de la carne. A continuación explicaré los tres elementos que nos enumera el Papa:



  • EL DEMONIO
El fundamento bíblico sobre la lucha contra el demonio está en la Carta de San Pablo a los Efesios, capítulo 6 versículos 11 y 12, cita bíblica que corresponde a la primera lectura de la fecha en la que Papa Francisco basa su reflexión. En su homilía, el Papa explica lo siguiente: “A esta generación y a muchas otras se les ha hecho creer que el diablo era un mito, una figura, una idea, la idea del mal ¡pero el diablo existe y nosotros debemos combatir contra él! ¡Lo dice San Pablo, no lo digo yo! ¡Lo dice la Palabra de Dios! Aunque no estamos muy convencidos de ello”.
El demonio es un ser eminentemente espiritual, de naturaleza angélica y condenado eternamente (2), que posee cierto poder, el cual utiliza contra nosotros con la finalidad de alejarnos de Dios; pero éste ya ha sido derrotado por el triunfo de Cristo en la cruz. Aún así, la lucha sigue para los cristianos, es necesario recordar que el maligno “ronda como león rugiente buscando a quien devorar” (3). El demonio busca separarnos de Dios, porque le odia con todas sus fuerzas, y para lograr su cometido se vale de la tentación; por medio de la tentación, el demonio busca que desconfiemos de Dios, de su amor y bondad, pretendiendo que las personas nos rebelemos contra Él, que le rechacemos y que nos volvamos contra sus designios amorosos. La clave de la tentación es dividir, separar al hombre de Dios y separar al hombre del hombre mismo (recordemos, el hombre es imagen de Dios).
Es importante recordar que nuestra lucha es contra fuerzas que no son de este mundo y de la cual se derivan los demás enemigos que el Papa Francisco mencionó en su homilía; y esta lucha siempre será desigual, si nosotros la enfrentamos solos, tenemos que ponernos la armadura de Dios para combatir contra el enemigo.

  • EL MUNDO
Nuestra lucha no solo es contra el maligno, sino también contra el “mundo” antagónico a Dios que el mismo demonio ha creado (4). El mundo, en sí mismo, no es malo, pero este ha sido corrompido y deformado por el demonio, quien ha hecho que este se vuelva contra Dios. “Este mundo” es totalmente diferente y opuesto al mundo que Dios creó para la humanidad y los demás seres que lo habitan; este mundo “creado” por el demonio, tristemente engloba una materialización que rechaza y olvida a Dios, que promueve antivalores, normas y criterios totalmente opuestos al Evangelio predicado por Jesús.
“Este mundo” nos presenta el tener, el poder y el placer como ejes de acción y fuentes de realización para la persona humana, convirtiendo al individuo en un simple producto a merced de los caprichos de la sociedad que le circunda, despreciando la verdadera esencia del individuo, su dignidad humana.
Este mundo ejerce una sutil influencia en las personas de todos los tiempos y nosotros los cristianos católicos no somos la excepción, por eso nosotros debemos ir contra la corriente del mundo, no podemos dejarnos llevar por sus influencias, en esto consiste nuestra lucha. Por tal motivo, todos aquellos que remamos contra corriente del mundo dejamos de ser parte de este mundo que se aparta de los designios amorosos de Dios (5).

  • NOSOTROS MISMOS
Nuestra lucha no solo es contra el demonio o el mundo corrompido por él, sería irresponsable de nuestra parte culpar siempre al demonio o al mundo de nuestras caídas y de nuestra rebeldía hacia Dios, ya que, ni el demonio se la pasa todo el tiempo “tentándonos”, ni el mundo nos hala a cada instante a hacer lo que es contrario a Dios. Nuestra lucha es también contra nosotros mismos:
“Ninguno, cuando sea probado, diga: “Es Dios quien me prueba”; porque Dios ni es probado por el mal ni prueba a nadie. Sino que cada uno es probado, arrastrado y seducido por su propia concupiscencia. Después la concupiscencia, cuando ha concebido, da a luz al pecado; y el pecado, una vez consumado, engendra muerte” (Santiago 1,13- 15).
El ser humano no es malo por naturaleza, porque Dios lo creó bueno y perfecto, pero al darle cabida al pecado, es el hombre quien deforma esa naturaleza; y, aunque sigue siendo bueno y perfecto por ser creación divina, está inclinado a obrar contrario a la voluntad de Dios, dejándose llevar por las pasiones de la carne que enturbian su espíritu.
El Papa Francisco habla de las pasiones de la carne y tiene razón, ya que son estas mismas pasiones las que van consumiendo a la persona, deformando su misma humanidad (6), convirtiéndonos en nuestros propios enemigos. Porque somos nosotros mismos los que con nuestros pensamientos, palabras, obras u omisiones negamos la voluntad de Dios, los que con nuestras pasiones desordenadas instrumentalizamos a las personas, volviéndolas meros objetos desechables que solo sirven de medios para alcanzar nuestros fines mezquinos y egoístas.
Somos nosotros mismos los que con nuestras acciones equivocadas atentamos contra los que están a nuestro alrededor, los que con palabras ofensivas y soeces insultamos a los que poseen nuestra misma dignidad, somos todos aquellos que vivimos esclavos de nuestros vicios, caprichos y malos hábitos; por todo esto y más, nosotros mismos somos nuestros propios enemigos y debemos de luchar contra todas esas tendencias que buscan separarnos de Dios, la cual es consecuencia directa del pecado cometido por nuestros primero padres.
Concluidos los tres puntos anteriores, puedes preguntarte ¿Cómo puedo combatir a estos enemigos? También se preguntó lo mismo el Papa Francisco en su homilía, ya citada. Su respuesta es contundente y apegada a la lectura que analiza (7): “No se puede pensar en una vida espiritual, digamos en una vida cristiana, sin resistir a las tentaciones, sin luchar contra el diablo, sin ponerse esta armadura de Dios que nos da fuerza y nos defiende”… Pero, ¿Cual es esta armadura de Dios?
La armadura que Dios nos da es Cristo mismo, que con su gracia nos da la fuerza y la resistencia para enfrentarnos a nuestros enemigos; para esto hay que procurar la presencia de Cristo en nuestras vidas, no contristando la acción del Espíritu Santo, quien nos acompaña en nuestro peregrinar por la vida. ¿Quieres alcanzar la verdadera plenitud de la vida cristiana? ¡Vive los medios para acrecentar tu vida espiritual!, estos medios son:

  • ORACIÓN: Vivir en constante oración, de ser posible diaria y en los momentos del día en que podamos entablar una conversación con Dios.
  • PALABRA DE DIOS: Leer y meditar diariamente la palabra de Dios y aplicar sus enseñanzas en nuestra vida.
  • VIVENCIA SACRAMENTAL: Ser asiduo al Sacramento de la Confesión, para acceder de manera plena a la Eucaristía.
  • VIVENCIA COMUNITARIA: Acércate a una Parroquia, descubre el valor de vivir en una comunidad cristiana. Es desprenderse del “yo” y vivir en función de los demás (8).
Estos medios de crecimiento son los cinturones que sujetan la armadura de Dios, que es Cristo; con esta armadura, podremos resistir los embates de los enemigos de nuestra vida espiritual y cristiana, para encausar nuestra vida humana a la salvación que Cristo nos ofrece.
Artículo escrito por nuestro colaborador y católico con acción Pedro Mira

  1. 1ª Co. 14, 1
  2. Fortea, Jose Antonio, “Summa Daemoniaca”, Editorial Dos Latidos, Zaragoza, España, 2012.
  3. 1ª Pe. 5, 8
  4. 12, 2
  5. 17, 14- 16
  6. 4, 20- 24
  7. 6, 11-12
  8. 2, 42- 44
Fuente: http://catolicosconaccion.com

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