Ingresar a un portal de ventas como Amazon o eBay
significa acceder no sólo a una amplia variedad de productos sino
también a una abundante cantidad de comentarios que ofrecen una
valoración sobre cada objeto en venta. Esos comentarios orientan,
confirman decisiones de compra o hacen pensar dos veces si vale la pena
adquirir determinado servicio. Piénsese, por ejemplo, en los portales de
venta de libros: la mayoría de ellos contienen no la clásica recensión
elaborada por críticos literarios y publicada en revistas especializadas
sino la opinión concreta de los lectores que han adquirido y leído la
obra en cuestión.
La dinámica moderna del así llamado e-business
(negocio electrónico) funciona en torno a la participación directa de
los consumidores: son ellos los que en primera persona evalúan la
mercancía y lo reflejan insertando sus comentarios en las webs donde se
exhiben y ponen en venta los productos.
Las redes sociales han
consolidado esa práctica: la facilidad para «viralizar» contenidos on
line hace que cualquier consumidor puede determinar el futuro de un
objeto de consumo a través de un comentario publicado en Twitter o en Facebook,
poniendo en juego la reputación de las empresas para bien o para mal.
Esto está llevando a que cada vez más productores inviertan en managers
digitales que sepan promover y reaccionar a las inquietudes de los
consumidores respecto a sus marcas. De hecho, no son pocas las empresas
que apelan a la publicidad por medio de bloggers o fans pages de figuras públicas en Facebook
para ofrecer una imagen distinta de sus productos. Y es que tratándose
de una persona a la que sus seguidores ordinariamente tienen confianza,
la credibilidad viene casi por consecuencia.
Los
usuarios de internet se fían del testimonio. El testimonio es un
aspecto constitutivo ya no sólo del e-business sino de la dinámica misma
de la web 2.0. Las opiniones en forma de testimonio son las
que convencen y arrastran. Lo dicho para los negocios electrónicos vale
para otros ámbitos como la política o la religión.
Desde sus orígenes el testimonio
ha sido el principio cristiano de evangelización. Los cristianos eran
creíbles por el modo como testimoniaban su fe. Era el testimonio lo que
movía a la admiración («Mirad cómo se aman», escribió Tertuliano en su
obra «Apologeticum», en el siglo II de nuestra era) y también lo que
convencía y conducía naturalmente a las conversiones.
Hablar de fe cristiana en la web
es hablar de evangelización. Muchos de los proyectos confesionales
católicos se encaminan precisamente a un objetivo común en el contexto
de la secularización actual: la nueva evangelización.
Desde luego que la fe no es un
«objeto de consumo» o «producto en venta» sino un mandato: «Id, pues, y
haced discípulos a todas las gentes» (cf. Mt 28,19). Ese
imperativo se reviste de diferentes formas visuales y se apoya en
variados elementos técnicos que luego se convierten en portales o
perfiles vivos en la red. Y todo eso está muy bien.
Más allá de la tecnología, el
principio cristiano del testimonio sigue siendo un factor de especial
relevancia. La credibilidad de lo predicado es consecuencia del
testimonio hecho vida: «la fe, si no tiene obras, está realmente
muerta», escribió el apóstol Santiago en su carta (cf. 2, 17).
Análogamente, los proyectos digitales están muertos si no están
acompañados por el testimonio de quienes los promueven.
Comunicar el Evangelio on line es la prolongación de la vivencia off line
de la fe. Esto «significa no sólo poner contenidos abiertamente
religiosos en las plataformas de los diversos medios, sino también dar
testimonio coherente en el propio perfil digital y en el modo de
comunicar preferencias, opciones y juicios que sean profundamente
concordes con el Evangelio, incluso cuando no se hable explícitamente de
él. Asimismo, tampoco se puede anunciar un mensaje en el mundo digital
sin el testimonio coherente de quien lo anuncia. En los nuevos contextos
y con las nuevas formas de expresión, el cristiano está llamado de
nuevo a responder a quien le pida razón de su esperanza», escribía
Benedicto XVI en su Mensaje para la Jornada Mundial de las
Comunicaciones Sociales de 2011. Y más adelante añadía: «Los creyentes,
dando testimonio de sus más profundas convicciones, ofrecen una valiosa
aportación, para que la red no sea un instrumento que reduce las
personas a categorías, que intenta manipularlas emotivamente o que
permite a los poderosos monopolizar las opiniones de los demás».
Si un principio tan cristiano
como el testimonio anima y da vida al e-business, sería una paradoja
olvidarlo en el quehacer digital de tantos católicos que hoy usan
internet como medio y ambiente de evangelización. Lo que esperan muchas
personas no es tanto la mejor presentación visual de un sitio en la red
(aunque seguramente también) sino el testimonio creíble de quien se ha
encontrado con Dios. Ya lo dice la máxima popular: «el ejemplo
arrastra».
Fuente: evangelidigitalizacion
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