No
es la primera vez que declara algo parecido. En el año 2003, siendo aún
cardenal, Joseph Ratzinger admitió públicamente, en una entrevista en
el canal EWTN de la Madre Angélica, que la interpretación del Tercer
Secreto podría ser diversa a la ofrecida en junio del año 2000 y
referirse a un acontecimiento futuro, y no al atentado que sufrió el
Papa Juan Pablo II en 1981, como se quiso hacer creer en el año 2000. Y
algo más revelador aún: a Mons. Williamson, Ratzinger le confesó que el
entonces secretario de Estado lo obligó a aceptar esa interpretación:
“Sodano me torció la mano” (ver Paronama Católico, Vol. 2, No. 14
(12/01/07).
En efecto, la revelación que tuvieron los pastorcitos de Fátima no se
puede referir al atentado en plaza San Pedro. Los niños vieron, como
bien dice el comunicado del 26 de junio del 2000, a un obispo vestido de
blanco (que temían fuera el Papa) huyendo de una ciudad en ruinas,
sobre los cadáveres de muchos sacerdotes y laicos, para posteriormente
ser asesinado de forma violenta.
Cuando
el atentado de 1981 Roma no estaba en ruinas, el Papa Juan Pablo II no
salió huyendo, no había cadáveres por las calles, y no fue asesinado
posteriormente. Es decir, no hay absolutamente ninguna concordancia de
ese hecho con la visión que tuvieron los niños.
Por otro lado, si de verdad se refiriese a ese acontecimiento histórico, ¿por qué esperar veinte años para darlo a conocer?
No.
La visión que tuvieron los tres pastorcitos se refiere a un
acontecimiento futuro de la Iglesia que al día de hoy no ha tenido
verificación. Además, cabe mencionar, la visión que tuvieron corresponde
casi textualmente con la revelación que tuvo el Papa San Pío X en 1909:
“He tenido una visión terrible: no sé si seré yo o uno de mis
sucesores, pero vi a un Papa huyendo de Roma entre los cadáveres de sus
hermanos. Él se refugiará incógnito en alguna parte y después de breve
tiempo morirá una muerte cruel”. Ese acontecimiento claramente no ha tenido aún verificación.
El
punto medular y delicado de la cuestión es que después de la visión que
tuvieron los niños, la Virgen María les dio a conocer el significado de
la visión, explicándoles claramente lo que sucederá con la Iglesia, y
esas son las palabras explicativas que el cardenal Angelo Sodano
intencionalmente ocultó, dándole a la visión un significado diverso.
El
hecho de que después de cada una de las visiones la Virgen les daba a
los niños las palabras explicativas quedó evidenciado por lo que contó
la Hermana Lucía: los tres veían las visiones, pero solo Lucía veía las
visiones, escuchaba las palabras explicativas de la Virgen y, además,
hablaba con Ella. Jacinta veía las visiones y escuchaba las
explicaciones, pero no hablaba con la Madre de Dios. Y Francisco
solamente veía las visiones, no hablaba ni tampoco escuchaba las
palabras de la Virgen, por lo que explícitamente la Virgen les dijo a
Lucía y a Jacinta: “esto no lo digáis a nadie, a Francisco sí podéis decírselo”.
En
el año 2000, el secretario de Estado, Angelo Sodano publicó únicamente
la primera parte del así llamado “Tercer Secreto”, es decir, la que se
refiere a la visión que tuvieron los niños, pero intencionalmente omitió
la explicación que la Virgen les dio respecto a lo que vieron,
ocultando el hecho de que existen esas palabras explicativas.
Para
complicar la situación, la vidente Lucía escribió, en dos documentos
diversos, la visión y las palabras de la Virgen, por lo que sí se
prestaba a hacer perdidizo el segundo documento, sepultando su
existencia.
El primer documento.
La
Hermana Lucía, única superviviente de aquellos tres pastorcitos (hasta
el año 2005), se enfermó gravemente en junio de 1943. Su superior,
Monseñor Da Silva, Obispo de Leiría-Fátima, temiendo que pudiera
fallecer por la enfermedad, le ordenó, el 15 de septiembre, escribir el
Secreto de Fátima. La Hermana le pidió la orden formalmente y por
escrito. A partir de que la recibió, a la monja le atacó una extraña
parálisis que ella consideró de tipo sobrenatural. Finalmente, el 2 de
enero de 1944, la misma Virgen María se le apareció nuevamente
confirmándole que esa era la Voluntad de Dios, y que le daría la fuerza y
la luz necesarias para poder escribirlo, cosa que hizo al día
siguiente. Sin embargo, por el decaimiento tan severo que tuvo, la
Hermana Lucía sólo pudo escribir, en tres páginas de su diario, la
visión, pero no las palabras de la Virgen que interpretan la visión.
El segundo documento.
No
fue sino hasta seis días después que la Hermana Lucía volvió a tener
fuerzas y finalmente escribió, en una hoja suelta, las palabras
explicativas de la Virgen respecto a la visión. Este hecho sucedió el 9
de enero de 1944 en la Capilla del Convento de Tuy.
Existen varios testimonios, si bien indirectos, que confirman la existencia de dos documentos
diversos: el Cardenal Ottaviani; el Cardenal Luigi Ciappi, teólogo
personal del Papa Juan Pablo II; el Padre José Schweigl, enviado por el
Papa Pío XII a visitar a Lucía en el Carmelo de Coimbra el 2 de
septiembre de 1952; el Padre Agustín Fuentes, sacerdote mexicano
postulador de las causas de beatificación de Francisco y Jacinta y de
los mártires mexicanos asesinados bajo el régimen de Plutarco Elías
Calles (el Padre Fuentes entrevistó a la Hermana Lucía el 26 de
diciembre de 1957). Pero el más importante es el del Arzobispo Loris
Capovilla, ex secretario particular del Papa Juan XXIII, quien pudo leer
personalmente ese segundo documento.
Esos
testimonios, al igual que todos los documentos históricos de Fátima,
están recogidos en obras especializadas de diversos expertos como el
Padre Joaquín María Alonso, claretiano español y archivista oficial de
Fátima (26 volúmenes, 5052 documentos); el Hermano Michel de la Trinité
(4 tomos), y el Hermano François Marie des Agnes (4 tomos).
Incluso
se sabe en qué fechas (diversas también) llegaron ambos documentos a El
Vaticano, en dónde se guardó cada uno de ellos (por separado), y hasta
en qué fecha los Papas los han leído. Toda esta historia contemporánea
se haya reportada en diversas obras recientes que le invito a leer:
Andrea Tornielli (Il Segreto Svelato, Italia, 2000); la del vaticanista Marco Tossati (Il Segreto Non Svelato, Italia, 2002), la de Solideo Paolini (Fátima, non Disprezate le Profezie, Italia, 2005), la de Antonio Socci (Il Quarto Segreto di Fatima, Italia, 2006), y la del escritor e intelectual mexicano Luís Eduardo López Padilla (Dos Papas en Roma: Una documentada investigación sobre el texto no publicado del Tercer Secreto de Fátima, México, 2007).
En
el mensaje que escribió la Hermana Lucía el 9 de enero se encuentra
descrito, con detalle, la verdadera explicación de la visión que
tuvieron. Allí se revela la gravísima crisis que sufrirá la Iglesia a
partir de que un Papa recién electo tenga que huir de Roma en
situaciones calamitosas, y el resultado nefasto de que un Antipapa se
quede gobernando desde la silla de Pedro, provocando un doloroso cisma.
De allí la declaración del Cardenal Karol Wojtyla, ante el Congreso Eucarístico de Pennsylvania, en 1977: “Estamos
ahora ante la confrontación histórica más grande que la humanidad jamás
haya pasado. Estamos ante la contienda final entre la Iglesia y la
anti-iglesia, el Evangelio y el anti-evangelio. Esta confrontación
descansa dentro de los planes de la Divina Providencia y es un reto que
la Iglesia entera tiene que aceptar”.
Tres
años después, siendo ya Papa, el 18 de noviembre de 1980, Juan Pablo II
reveló en Fulda, Alemania, en una rueda de prensa con motivo de una
Reunión del Episcopado alemán, que, en efecto, la Iglesia y el mundo
están por iniciar la más grave prueba de su historia. Un periodista le
preguntó si era auténtica la versión diplomática del Tercer Secreto
filtrada por el periódico Neues Europa, el 15 de octubre de
1963 (ver al final*), y porqué el Secreto no se había publicado en 1960,
como lo había solicitado la Virgen durante las visiones.
La respuesta del Pontífice fue publicada en el periódico alemán Stimme des Glaubens
(SG10/81): “Por su contenido impresionante, y para no estimular al
poder mundial del comunismo a llevar al extremo ciertas injerencias, mis
antecesores prefirieron darle una relación diplomática del secreto.
Además, debería bastar a todo cristiano saber que el secreto habla de
que océanos inundarán continentes enteros, de que millones de hombres se
verán privados de la vida repentinamente, en minutos. Con esto en
mente, no es oportuna la publicación del secreto. Muchos quieren saber
sólo por curiosidad y sensacionalismo, pero olvidan que el saber lleva
consigo también la responsabilidad. Ellos pretenden solamente satisfacer
su curiosidad, y esto es peligroso. Probablemente ni siquiera
reaccionarían, con la excusa de que ya no sirve de nada”.
Inmediatamente
le preguntaron: ¿Y qué sucederá con la Iglesia?, a lo que el Papa
respondió: “Debemos preparamos a sufrir, dentro de no mucho tiempo,
grandes pruebas que nos exigirán estar dispuestos a perder inclusive la
vida y a entregamos totalmente a Cristo y por Cristo. Por vuestra
oración y la mía es posible disminuir esta tribulación, pero ya no es
posible evitarla, porque solamente de esta manera puede ser
verdaderamente renovada la Iglesia. ¡Cuántas veces la renovación de la
Iglesia se ha efectuado con sangre! Tampoco será diferente esta vez”.
De
las palabras de Juan Pablo II surgen varias preguntas: ¿En qué
consistirá esa “tribulación” que “no es posible evitar” y que constituye
la única vía para renovar a la Iglesia? ¿Cuáles son esas “grandes
pruebas que nos exigirán estar dispuestos a perder inclusive la vida”?
Por
las recientes declaraciones de Benedicto XVI resulta evidente que él
está queriendo tomar distancia de la interpretación inventada por Sodano
en el año 2000. El Papa conoce el texto que escribió Lucía el 9 de
enero y sabe que nada tiene que ver con aquella interpretación bizarra.
Cinco
meses después de la entrevista a Juan Pablo II (13 de mayo de 1981),
intentaron quitarle la vida a Juan Pablo II en Plaza San Pedro, y él
consideró que ese atentado tenía que ver con las revelaciones de Fátima.
Y de hecho fue así, ya que el terrorista Alí Agca reveló, años después
del atentado, que no hubiera podido llegar a Plaza San Pedro sin ayuda
de gente “dentro de El Vaticano”.
Pero
a partir de allí el contenido del Secreto volvió a entrar en un extraño
silencio. No fue sino hasta el año 2000, por presiones del mismo Juan
Pablo II, cuando se anunció que éste sería publicado. En la Secretaría
de Estado se dieron tensiones y bloqueos ampliamente documentados en los
libros arriba mencionados.
Finalmente,
el 26 de junio del año 2000, el cardenal Sodano dio a conocer la
visión, pero ocultando las palabras de la Virgen y atribuyéndole una
interpretación inventada, falsa y a todas luces forzada.
Por
cuanto a la entrevista del cardenal Bertone con la Hermana Lucía, los
estudiosos del tema la consideran como la fuente más desacreditada. El
relato que hace Bertone, de una entrevista que según él duró dos horas,
consiste en tan solo 44 palabras en italiano (de lo que la vidente dijo
en portugués), y de la que no hay ningún registro o grabación.
Como bien dice el escritor católico Antonio Socci:
“Tanto
para acallar muchos rumores y leyendas, como para proteger al Vaticano
de las acusaciones de manipulación, Bertone debería haber grabado, o a
lo mejor también filmado, esos coloquios excepcionales para dejarlos a
la posteridad. O al menos transcribir todo, preguntas y respuestas, para
que la vidente pudiese al final firmarlos y evitar futuras y
previsibles contestaciones. Pero increíblemente esos tres
interrogatorios (mayo del 2000, noviembre del 2001 y diciembre de 2003),
de al menos diez horas de duración, según el prelado, no fueron ni
grabados, ni filmados, ni verbalizados. El prelado hoy nos explica que
él “tomó notas”. De modo que en los documentos oficiales de Fátima solo
constan algunas pocas frases atribuidas a la monja, frases de
credibilidad controvertida y para nada exhaustivas dado que las
preguntas decisivas, las que eran adecuadas para aclarar todas las
dudas, no las hizo, o al menos no son reproducidas por Bertone. Y lo que
es peor, le atribuye hoy a la monja, que mientras tanto ya ha muerto y
no puede desmentir nada, frases que no fueron reproducidas en el informe
oficial del año 2000. Según Bertone, la monja con el texto del año 2000
enfrente, habría dicho “éste es el Tercer Secreto”, “el único texto”, y
no he escrito ningún “otro”. ¿Por qué una frase tan importante no fue
reproducida por Bertone en la publicación oficial? ¿Y por qué no le
preguntó el prelado a la vidente si escribió alguna vez la continuación
de las misteriosas palabras de la Virgen dejadas en suspenso por el
“etcétera” (“En Portugal el dogma de la fe se preservará siempre, etc.”)
que han sido consideradas siempre por los expertos el comienzo del
Tercer Secreto? Realmente extraño. Del mismo modo que la otra frase que
ahora, y solo ahora, muerta la vidente, el prelado le atribuye, según lo
cual Lucía, cuando supo del atentado al Papa de 1981, “pensó enseguida
que se cumplió la profecía del Tercer Secreto”. ¿Por qué una
confirmación tan decisiva jamás se incluyó en el informe oficial? ¿Por
qué en el dossier Vaticano, que publicó el texto de la visión, nadie, ni
sor Lucía, ni los cardenales Sodano, Ratzinger y tampoco el propio
Bertone, escribió explícitamente que el atentado de 1981 fue el
cumplimiento del Tercer Secreto? ¿Y por qué dijo Ratzinger que tal
interpretación solo fue una hipótesis y no hubieron “interpretaciones
oficiales” de la Iglesia, mientras hoy Bertone pretende imponerla como
versión oficial? ¿Y por qué sor Lucía, en su carta al pontífice, adjunta
al dossier Vaticano y escrito en el 1982 (un año después del atentado),
explicó que “no constatamos todavía la consumación final de esta
profecía”, pero “nos estamos encaminando poco a poco a grandes pasos”?
¿Por qué en aquella carta al pontífice Lucía no hace mención del
atentado que se había verificado hacía muy poco tiempo, si justamente
era el cumplimiento del Secreto?
“Hay
quien ha sostenido que Bertone no grabó ni verbalizó los coloquios con
la vidente porque se habrían puesto de manifiesto las presiones
psicológicas ejercidas sobre la monja de clausura, para inducirla a
avalar ciertas tesis. Lo he rememorado leyendo la página del libro de
Bertone donde el cardenal recuerda que en algún punto la vidente “se
irritó" y le dijo “¡no estoy confesándome!” ¿A qué pudo contestar Lucía
con esas duras palabras? ¿Quizá alguien le recordó a la anciana monja de
clausura el poder eclesiástico y le insinuó la posibilidad de que le
negase la absolución? No se sabe, porque el prelado, que recuerda bien
la respuesta, por el fastidio de la monja, dice haber retirado su
pregunta”.
El contenido de las palabras explicativas: el cisma y la apostasía que vendrán en la Iglesia
Ya citamos las declaraciones del cardenal Karol Wojtyla, ante el Congreso Eucarístico de Pennsylvania, en 1977: “Estamos ante la contienda final entre la Iglesia y la anti-iglesia, el Evangelio y el anti-evangelio.
Esas palabras hacen eco a la versión diplomática del Tercer Secreto
circulada por el Papa Juan XXIII y publicadas en “Habrá cardenales
contra cardenales, obispos contra obispos. Satanás marchará en medio de
ellos y en Roma habrá grandes cambios”.
Pero citemos otros testimonios:
Cardenal Luigi Ciappi, 1995: “En el Tercer Secreto se dice que la pérdida de la fe, es decir la apostasía, saldrá de la cúpula de la Iglesia”.
Mons. Eugenio Pacelli, futuro Papa Pío XII, 1938: “Estoy
obsesionado por las confidencias de la Virgen a Lucía, la niña de
Fátima. La obstinación de Nuestra Señora ante el peligro que amenaza a
la Iglesia es una advertencia divina contra el suicidio que supondría la
alteración de la fe en su liturgia, su teología y su alma.
Escucho
a mi alrededor a los innovadores que quieren desmantelar la Capilla
Sagrada, destruir la llama universal de la Iglesia, rechazar sus
ornamentos, hacer que se arrepienta de su pasado histórico.
Vendrá
un día en que el mundo civilizado renegará de su Dios, en el que la
Iglesia dudará como San Pedro dudó. Estará tentada a creer que el hombre
se ha convertido en Dios, que su Hijo no es más que un símbolo, una
filosofía como tantas otras, y en las iglesias los cristianos buscarán
en vano la lamparilla donde Dios los espera y como María Magdalena
gritarán ante la tumba vacía: ¿Dónde le han puesto?”
Cardenal Joseph Ratzinger (entrevista publicada en la revista Jesus el 11 de noviembre de 1984):
“El Tercer Secreto se refiere a los peligros que amenazan la fe, y la
vida del cristiano y del mundo, y la importancia de los Últimos Tiempos”.
Cosme do Amaral, Obispo de Fátima, 10 de septiembre de 1984: “El
Tercer Secreto de Fátima no habla ni de bombas atómicas ni de guerras
nucleares, ni de misiles SS-20. Su contenido concierne a nuestra fe.
Identificar el Secreto con anuncios de catástrofes o con un holocausto
nuclear, es distorsionar el significado del Mensaje. La pérdida de la fe
en un continente es peor que la aniquilación de una nación; y
ciertamente la fe está disminuyendo continuamente en Europa”.
El Padre Alonso, archivista de Fátima: “El
Tercer Secreto habla de la crisis de fe dentro de la Iglesia y a graves
diferencias de la alta jerarquía superior de la Iglesia”.
El Cardenal Silvio Oddi, en 1990: “La Virgen Bendita nos alertó en Fátima contra la apostasía en la Iglesia”.
La beata Ana Catlina Emmerick, religiosa Agustina, en 1820: “Vi
una fuerte oposición entre dos Papas, y vi cuan funestas serán las
consecuencias de la falsa iglesia, vi que la Iglesia de Pedro será
socavada por el plan de una secta. Cuando esté cerca el reino del
Anticristo, aparecerá una religión falsa que estará contra la unidad de
Dios y de su Iglesia. Esto causará el cisma más grande que se haya visto
en el mundo”.
La Beata Ana María Taigi: “La religión será perseguida y los sacerdotes masacrados. El Santo Padre se verá obligado a salir de Roma”
Si
esto es así, si ese es el contenido del segundo documento, entonces se
explica el testimonio del Cardenal Luigi Ciappi, teólogo personal del
Papa Juan Pablo II cuando dijo: “El Tercer Secreto se refiere a que
la pérdida de la fe en la Iglesia, es decir, la apostasía, saldrá de la
cúspide de la Iglesia”. Y se explican también las palabras del Padre Paul Kramer, “El
antipapa y sus colaboradores apóstatas serán, como dijo la Hermana
Lucía, partidarios del demonio, los que trabajarán para el mal sin tener
miedo de nada”.
San Francisco de Asis: “Habrá
un Papa no electo canónicamente que causará un gran cisma. Se
predicarán diversas formas de pensar que harán que muchos duden.
Entonces habrá tales disensiones y persecuciones a nivel universal que
si esos días no se acortaran aún los elegidos se perderían”.
Juan de Rocapartida: “El
Papa y sus cardenales habrán de huir de Roma en trágicas consecuencias
hacia un lugar donde permanecerán si ser reconocidos, y el Papa sufrirá
una muerte cruel en el exilio”.
Nicolás de Fluh: “El
Papa con sus cardenales tendrá que huir de Roma en situación calamitosa
a un lugar donde serán desconocidos. El Papa morirá de manera atroz
durante su destierro. Los sufrimientos de la Iglesia serán mayores que
cualquier momento histórico previo”.
Al Padre Stefano Gobbi, fundador del Movimiento Mariano Sacerdotal, la Virgen María le reveló en 1979: “Las
fuerzas masónicas han entrado a la Iglesia de manera disimulada y
oculta, y han establecido su cuartel general en el mismo lugar donde
vive y trabaja el Vicario de mi Hijo Jesús. Se está realizando cuanto
está contenido en la Tercera parte de mi mensaje, que aún no ha sido
revelado, pero que ya se ha vuelto patente por los mismos sucesos que
estáis viendo”.
El Papa Paulo VI, 29 de junio de 1972: “El humo de Satanás se ha infiltrado por las grietas de la Iglesia”.
Si
el segundo documento pone en descubierto, como parece, la trama que
altos masones clérigos infiltrados en la Iglesia están fraguando desde
la cúspide de la Iglesia, se explican también las palabras del Cardenal
Ottaviani cuando dijo: “El Tercer Secreto tenía que ser enterrado en lo más oculto, en el lugar más profundo, oscuro e inaccesible de la Tierra”.
Desde
luego, las revelaciones arriba mencionadas son privadas, y por tanto no
son objeto de fe. Pero podrían ser indicativas de una profecía de San
Pablo que sí es revelación pública: “Que nadie os engañe, porque
antes (del Retorno de Cristo) tiene que darse la apostasía y
manifestarse el impío, el hijo de la perdición, el adversario (el
Anticristo) que se levanta contra todo lo que lleva el nombre de Dios o
es objeto de culto, hasta sentarse él mismo en el templo de Dios
haciéndose adorar como Dios (…) Tan solo con quitar de en medio a aquel
que lo retiene (¿el Papa?), entonces se manifestará el impío…” (2Tes 2, 3-8).
Y también resuenan las palabras del Catecismo de la Iglesia Católica en su No. 677: “La
Iglesia sólo entrará en la gloria del reino a través de esta última
Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección”.
Para
quien se interese en el tema, la página más completa, que expone las
dos posturas (la de Sodano y la verdadera) con seriedad imparcial y
documentada, es: www.fatima.org
“No hay nada oculto que no haya de manifestarse, ni nada escondido que no llegue a saberse”: Mc. 4, 22.
Versión diplomática del Tercer Secreto
Ante
la grave crisis mundial, el Papa Juan XXIII envió este texto a las
potencias mundiales. Louis Emmrich, periodista alemán afincado en Roma,
recibió una copia, publicándola el 15 de Octubre de 1963 en la revista
alemana Neues Europa con el título «Extracto del Tercer Secreto enviado por El Vaticano a las potencias mundiales».
Fue
impreso en las principales revistas de la época, no siendo nunca
desmentido. Al contrario: En las "Memorias del Cardenal Cassaroli" se
lee que el presidente Kennedy resaltó que la decisión de Juan XXIII
ayudó a la firma del tratado de distensión antiatómica y a solucionar la
crisis de los misiles en Cuba.
También lo ratificó Juan Pablo II en la entrevista de Fulda: «Mis antecesores prefirieron darle una relación diplomática del secreto».
Este es el texto circulado por Juan XXIII:
«No
tengas temor, querida pequeña. Soy la Madre de Dios, que te habla y te
pide hagas público el presente mensaje para el mundo entero. Haciendo
esto encontrarás fuertes resistencias. Escucha bien y pon atención a
esto que te digo: Los hombres deben corregirse. Con humildes suplicas,
deben pedir perdón de los pecados cometidos y que pudiesen cometer.
«Tú deseas que Yo dé una señal para que cada uno acepte mis palabras que Yo digo, por mediación tuya, al género humano. Has visto el prodigio del Sol, y todos, creyentes, incrédulos, aldeanos, ciudadanos, sabios, periodistas, laicos, sacerdotes, todos lo han visto. Y ahora proclama en mi Nombre:
«Tú deseas que Yo dé una señal para que cada uno acepte mis palabras que Yo digo, por mediación tuya, al género humano. Has visto el prodigio del Sol, y todos, creyentes, incrédulos, aldeanos, ciudadanos, sabios, periodistas, laicos, sacerdotes, todos lo han visto. Y ahora proclama en mi Nombre:
«Un
gran castigo caerá sobre todo el género humano; no hoy, ni mañana, sino
en la segunda mitad del Siglo XX. Ya lo había revelado a los niños
Melania y Massimino, en La Salette, y hoy lo repito a tí porque el
género humano ha pecado y pisoteado el don que había hecho.
«En
ningún lugar del mundo hay orden, y Satanás reina sobre los más altos
puestos, determinando la marcha de los acontecimientos. Él,
efectivamente, logrará introducirse hasta la cúspide de la Iglesia. Él
logrará seducir los espíritus de los grandes científicos que inventan
las armas con las cuales será posible destruir en pocos minutos gran
parte de la humanidad. Tendrá en su poder a los potentes que gobiernan
los pueblos, y los incitará a fabricar enormes cantidades de estas
armas.
«Y
si la humanidad no se opusiese a esto, estaré obligada a dejar libre el
brazo de mi Hijo. Entonces se verá que Dios castigará a los hombres
con mayor severidad como no había hecho en el diluvio. Llegará el
tiempo de los tiempos y el fin de los fines si la humanidad no se
convierte, todo continua como ahora, o peor, se agravará mucho más.
«Los
grandes y los potentes perecerán junto a los pequeños y los débiles.
También para la Iglesia, llegará al tiempo de Sus más grandes pruebas.
Habrá cardenales contra cardenales, obispos contra obispos. Satanás
marchará en medio de ellos, y en Roma habrá grandes cambios. Lo que está
podrido caerá, y lo que caerá ya no se levantará más. La Iglesia será
ofuscada y el mundo trastornado por el terror. Tiempo llegará, en que
ningún rey, emperador, cardenal u obispo esperará a Aquél, que sin
embargo, habrá de venir, pero para castigar según los designios del
Padre mío.
«Una
gran guerra se desencadenará en la segunda mitad del Siglo XX. Fuego y
humo caerán del Cielo, las aguas de los océanos se volverán vapores y la
espuma se elevará revolviendo y hundiendo todo. Millones y millones de
hombres perecerán de hora en hora; aquéllos que queden en vida
envidiarán a los muertos. Por cualquier sitio por donde se dirija la mirada habrá angustia, miseria, y ruinas en todos los países.
«¿Ves?
el tiempo se acerca cada vez más, y el abismo se engrandece sin
esperanza. Los buenos perecerán junto a los malos, los grandes con los
pequeños, los príncipes de la Iglesia con sus fieles y los gobernantes
con sus pueblos. Habrá muerte por todas partes por causa de los errores
cometidos por los insensatos, y por los partidarios de Satanás, el
cual entonces, y sólo entonces, reinará sobre el mundo.
«Por
último, cuando aquéllos que sobrevivirán a todo evento estén aún con
vida, proclamarán nuevamente a Dios y a Su Gloria y le servirán como en
los tiempos en que el mundo no estaba así de pervertido. Ve, pequeña
mía, y proclámalo. Yo a tal fin, estaré siempre a tu lado para
ayudarte».
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